domingo, 9 de diciembre de 2007

IMPEESA

B-P había prestado grandes servicios a su país y se le ascendió a Teniente Coronel Honorario. Sin embargo, tenía poco tiempo de haber regresado a casa, estacionado en Irlanda, cuando se le asignó otro trabajo. Al escribir a su madre sobre este nombramiento, muchos años después, lo llamaba "la mejor aventura de mi vida". En ese tiempo, lo que ahora llamamos Rhodesia se llamaba Matabelelandia. Los Matabeles -una tribu muy fuerte y en verdad gente buena- habían comenzado una rebelión, y a B-P se le nombró Jefe del Personal del oficial que comandaba las Fuerzas Británicas que habían sido enviadas para sofocar el levantamiento. Una de las dificultades principales al pelear contra los Matabele era que no salían a campo abierto a luchar. Peleaban en pequeños grupos, escondiéndose en el agreste terreno y sorprendiendo a los británicos con constantes ataques pequeños. La única forma de combatir a estos nativos, cuya táctica era una experimentada exploración, era adoptar los mismos métodos. B-P, desde los primeros días de su carrera militar, había demostrado ser un explorador excepcional. Durante esta Campaña Matabele puso en acción todo lo que sabía y resultó ser tan bueno que los nativos le temían y lo miraban con cierto temor supersticioso. Le confirieron un gran honor durante esta campaña, el llamarlo "Impeesa", que significa "El Lobo que Nunca Duerme". También se le llamó "M’lala-Pahnsi", que quiere decir: "El hombre que se sienta derecho o firmemente", o "El hombre que se tira al suelo para tirar", o "El hombre que no tiene prisa". Todo esto demuestra que B-P era ampliamente respetado, aún por sus enemigos. Frecuentemente decía que durante la Campaña Matabele, él cargaba un amuleto y que uno de los motivos por lo que nunca fue herido, aún cuando los nativos tenían armas de fuego, era porque los Matabele habían decidido capturarlo vivo, para poner en práctica todas las tremendas torturas que habían ideado para él. En una ocasión encontró a un viejo nativo, quien se ofreció a enseñarle el camino hasta un escondite enemigo en las rocas de las colinas. B-P había estado fuera durante muchas horas y estaba muy cansado. Titubeó, pensando si podría confiar en el viejo aquel. Habla cierta información que deseaba obtener, y si seguía al nativo, tal vez podría conseguirla. Así que decidió correr el riesgo. Sin embargo, con su habitual precaución, mantuvo los ojos bien abiertos, teniendo cuidado de que el nativo no se diera cuenta de que lo iba observando. Notó al poco rato que el hombre continuamente metía la mano en un morral que cargaba. B-P empezó a cojear y se retrasó un momento. Vio así que el nativo había ido tirando por el camino unas semillas rojas. Sin decir palabra y sin hacer ruido, B-P se alejó del camino, trepó a un peñasco y se tiró al suelo cubierto por la maleza. Vio que el nativo empezó a buscarlo y finalmente se sentó, a esperarlo. B-P siguió escondido y como a la media hora, una partida de Matabeles, bien armados, llegó silenciosamente por el camino, siguiendo el rastro de semillas. Se enojaron mucho cuando encontraron al viejo nativo agitando los brazos y hablando excitadamente, pero B-P estaba muy lejos de ahí para poder oír lo que decían. No se atrevió a moverse, por miedo a que lo oyeran u olieran, ya que estos nativos tenían oídos y nariz muy sensibles, como los animales. Se quedó observando y a poco los Matabele se dispersaron y empezaron a buscarlo, siguiendo así una tremenda cacería. De no haber estado en perfectas condiciones físicas, seguramente lo habrían atrapado. El pequeño descanso lo había repuesto y afortunadamente ya estaba oscureciendo, así que logró escapárseles. No en vano lo llamaban "El Lobo que Nunca Duerme". Un oficial le preguntaba después qué lo había hecho sospechar del viejo nativo que lo guiaba; B-P contestó: "No fue exactamente que sospechara de él. Me sentía incómodo porque cuando me hablaba, nunca me veía de frente". "Además, estar SIEMPRE LISTO es un buen lema".
B-P no sabía entonces lo famoso que iba a ser ese lema, aún cuando lo usaba a menudo antes de pensar en formar el Escultismo.

Extraído del libro
El Lobo que Nunca Duerme
Una historia de Baden-Powell
Por Marguerite de Beaumont

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